Wednesday, November 15, 2006

III

Aquella tarde salió pronto porque tenía algo que hacer: Quería encontrar unos vinilos de Charlton Godman. A Joyce le fascinaba la música de los felices 20 y no se podía resistir a escuchar su nuevo tocadiscos (en realidad era de tercera mano recién comprado) la áspera voz de aquél afro-americano afortunado para sus tiempos.

Llegó a la macro-tienda de discos Thumbs Up media hora antes de que dieran el cierre porque por el camino se había hecho con un perrito caliente. Daba igual. Había tiempo suficiente. Entró y preguntó al primer dependiente que encontró, un muchachito que tenía la cara devastada por el acné.

“¿Disculpa, la sección de jazz y swing de los 20?
-Perdona un segundo, ahora te atiendo, es que he de resolver un problema urgente.
Joyce no se desanimó, pensó “que le den por el culo” y pregunto al siguiente dependiente que encontró pululando por la gran tienda. Esta vez se trataba de uno de esos tipos que se pasea con el pelo enredado laceado en forma de cola de caballo. “Muchos de ellos creen que con eso hay suficiente para disimular la mierda que llevan consigo”, pensó antes de formular la pregunta.

-Vinilos de los años 20, por favor?- Musitó tiernamente.
-En la planta baja al fondo a la izquierda- interpeló lacónicamente el muchacho.
-Muchas gracias- Cerró Joyce, mientras se preguntaba cómo coño un gilipollas como ese podía ser dependiente de aquella tienda si ya tenían el cupo de retrasados mentales cubierto con el chico del acné.

Bajó las escaleras y entró en lo que percibió, la zona de frikyes elitistas. No lo podía negar, ella era una de esas Frikyes.

Los mostradores de planta baja estaban notablemente más sucios y descuidados que los de la planta principal. Una capa de polvo a menudo cubría las piezas que allí se encontraban. El suelo era el original del edificio, baldosas de un verde apagado y mate. Las paredes tampoco estaban pintadas con el color corporativo de thumbs up, -verde chillón y amarillo-. Se mostraban desnudas y destartaladas, estucadas al gotelé más rancio que se podía encontrar en una ciudad Moderna como aquella.

Enfiló el pasillo central hasta el final, y entonces torció a la izquierda, tal y como le había indicado el tío guarro del pelo. No fue lo que se dice “chica” precisamente su sorpresa cuando vio que se encontraba en la sección de “material sonoro pornográfico”.

Títulos como “la capuchoncita roja” o “Mamita cómemelo todo” eran los menos pretenciosos. Joyce se empezó a poner irascible. Miró el reloj y vio que quedaba un cuarto de hora para que cerraran la tienda.

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