Tuesday, January 29, 2008

Restos

No me apetece llorar ni decir que será otra vez igual.

Nunca he estado tan cerca del propio cemento ni de la propia cloaca, del propio olor cosmopolita, de el papel acartonado colmado de aceite que envuelve una salchicha asquerosa. Nunca he necesitado tanto de los atolondrados vehículos acumulados al final (o principio) de cada avenida, ni de los chutes a latas de cervezas vacías, que propina el joven londinense.

Todo aquello que puede considerarse por mi modo de escribir tan malo, contigo al lado sólo es la poesía más pura de la vida.

Teníamos una luz tenue en la habitación, y parecía perfectamente estudiada desde la concepción superior. Parecía que aquél cuarto tan pequeño estaba diseñado para lanzar nuestras caricias lo más alto posible, me daba la sensación de que toda la mierda que nos rodeaba, conspiraba alebosamente para provocar una existencia perfecta entre nosotros dos.

Después, enredados como solemos entre edredones y sábanas, me divierto intentando esbozar un futuro en el que los dos aparezcamos. Esta vez, te he notado más madura y fuerte. Tus motivos tendrás. Quizá ya no sea tan fantástico para ti. Sencillamente te he sentido más alejada del riesgo, más mentalizada de la futura ausencia, o con menos fuerzas de quererme simplemente.

No sé si temerlo o no, pero yo te continuaba preguntando, enganchando fotografías tomadas y por tomar en el techo de tu habitación.

Hemos sido jóvenes, lo podemos decir, lo podemos decir.